Julio de 2020

«No sé si es mucho o poco, nunca he destacado en matemáticas, pero me enorgullece el camino escrito. No voy a desmenuzar la calidad literaria de los textos pero me llena de satisfacción que a pesar de mi inconstancia he peleado para ser constante. Y eso ya es un triunfo»

Una tarde de junio confinada, paseando a ritmo rápido para descargar la intranquilidad de tanta tensión acumulada, en medio de un parque cargado de plátanos de sombra, la noche me iluminó. Tenía mono de escribir y, nostálgico, se me alumbró la idea de publicar en VigoHoy. Parecía una empresa descabellada, porque el enfoque que tenía que dar a los textos para que tuvieran cierto sentido me parecía harto curioso: escribir sobre vidas viviendo muy lejos. Me lancé un poco alocadamente, sin pensar si sería muy complicado ofrecer mi visión de lo que ocurre en Vigo viviendo a tantos kilómetros.

Preparé a consciencia un primer artículo, una mirada sobre Vigo desde la distancia, que salió publicado el 2 de julio de 2020, recordándome cuándo y cómo pisé esta ciudad por vez primera. Algo más de un año después, estoy escribiendo el artículo veinticuatro, una media de dos artículos por mes. No sé si es mucho o poco, nunca he destacado en matemáticas, pero me enorgullece el camino escrito. No voy a desmenuzar la calidad literaria de los textos pero me llena de satisfacción que a pesar de mi inconstancia he peleado para ser constante. Y eso ya es un triunfo.

He pasado por todas las fases que vive un articulista. Desde experimentar el drama del escritor que elimina por obligación textos escritos a medias; épocas muy productivas en las que celebraba la fiesta de enlazar frases mezclada; o temporadas parcas de ideas dándole al tarro en vano y maldiciendo mi incapacidad. Siempre por bandera, pero, no tener más remedio que escribir cuando todos duermen porque es el único momento disponible.

Sean como sean las experiencias del redactor, por encima de todo, escribiendo en VigoHoy estoy pasándomelo genial a la vez que abro horizontes mentales y me enriquezco como persona. ¿Qué más se puede pedir? Solo resta agradecer el tesoro de escribir a placer sobre mis inquietudes, como la cultura, el fútbol o la bondad de la gente. Siempre, recordándome un poco de vosotros, vigueses.

Mientras espero poder pisar antes Vigo que Marte, voy a descorchar el champán para celebrar esta humilde efeméride personal, mi santo y el Día de Galicia y que agosto ya asoma la cabeza. Desde el otro extremo de la península, cuando esté saciado, y si no les importa, seguiré con la intención de continuar escribiendo sobre Vigo y su gente.