Una exasperante incapacidad

El presidente del Celta durante una intervención. Foto: RC Celta

Lo nuestro es esa exasperante incapacidad. Esa que nos condena cada año a soñar con una permanencia no agarrada por méritos propios, sino devenida del mal comportamiento sobre el césped de los otros

Suena el silbato en Balaídos tras una mano cambiada salvadora de Iván Villar. Quién nos lo iba a decir. La punta de la manopla de un portero que está ahí de casualidad, como tantas y tantas cosas en este Celta en el que, en unos días o semanas, saldrá el presidente a hacer balance de su gestión. Impecable en lo deportivo y económico, dirá. Tal vez, quién sabe en este mar de dudas sobre el césped en ruta directa desde arriba, desde esos despachos en los que hace ya demasiado nada va ni viene, todo permanece igual, salvados siempre por el último suspiro que exhala algún que otro rival más moribundo.

ZFV

Y este año, si sucede, será idéntico. Igual de triste, igual de exasperante, igual de machaconamente demencial. Luego dirán que suma el Celta 12 temporadas -si logra salvarse- consecutivas en Primera. Y no mentirán, como no mentían cuando afirmaban que Carvalhal sólo había perdido un partido tras dos meses entrenando al equipo, parón mundialista de por medio.

Doce temporadas, la mayoría a lomos del mejor futbolista de su historia, Iago Aspas. Doce temporadas para seguir igual que la primera. Doce temporadas de mediocridad. Doce temporadas de números, dicen, excelentes. Los económicos, claro, esos que tampoco se conocen en demasía, adornados los fichaje y millones de gente como Mor, Cervi, Marchesín o Fran Beltrán.

Y qué más da. El runrún anestesiado de la grada palpita en los últimos minutos. El Girona es dueño de un partido que otra vez más, y son demasiadas para ser casualidad, el Celta no ha sabido cerrar o merecer. Cuarenta puntos que pueden valer o no una salvación, tal vez ya imaginada cuando hace unas semanas el presidente salió a dar una rueda de prensa, otra más, para no se sabe qué. Para afirmar, eso sí, que a Veiga no lo vamos a vender, nos lo van a comprar. Insensato juego de palabras que, casualidad o no, nos ha robado al mejor Gabri, sin gol, sin piernas, sin pase desde entonces.

Un desde entonces desde el que sólo se suceden las derrotas, interrumpidas de milagro contra el Elche en el último segundo de una noche pagana cualquiera. Como el atardecer de ayer, plagado de morriña de tiempos mejores. Esos que se fueron con el Toto Berrizo, demasiado caro de mantener, decían. Resultó más barata la cadena de técnicos que se suceden desde entonces, eso seguro. Unzué, Antonio Mohamed, Miguel Cardoso, Fran Escribá, Óscar García, Eduardo Coudet y Carlos Carvalhal.

Un desfile con más o menos mérito. Pero un desfile más caro que mantener a un míster que te había hecho semifinalista de Copa y de UEFA. Para qué. Si lo nuestro es esa exasperante incapacidad. Esa que nos condena cada año a soñar con una permanencia no agarrada por méritos propios, sino devenida del mal comportamiento sobre el césped de los otros. De esos otros que ocupan nuestra plaza en el tren directo a la miseria del infierno. Hoy bien podrán ser el Getafe y el Español, si Betis y Atlético nos echan una mano. Porque en eso consiste el proyecto de este gran Celta, en mirar a otros sin esperar nada propio a cambio.