Lo que Vigo se juega este domingo

«Recuperar un mínimo de normalidad democrática, de control al gobierno, de petición de explicaciones, de fotos compartidas entre partidos diferentes, de subvenciones sin favores. Un básico de sensatez que, parece, se nos sigue escapando entre los dedos»

Hay partidos que están perdidos de antemano, aunque uno sea el mismísimo ‘Real Madrid’. Remontadas imposibles incluso para la demencia blanca, esa locura transitoria capaz de revertir la absoluta anormalidad de lo normal. Pero el Madrid no juega en Vigo ni se rige por la lógica, o ilógica, política. En Vigo juega Caballero, alcalde desde hace 16 años, y alcalde, salvo causa natural extraordinaria, hasta el 2027 a partir del próximo domingo.

Nadie en su sano juicio pondrá en duda esta evidencia; ni siquiera un seguidor del Real Madrid. Mucho menos la inmensa totalidad de los votantes de la urbe, que se alinean más con el eterno desvarío de la nave celeste, esa que asegura Caballero que acogerá el multi Mundial de 2030, con más países que sedes. Lo hará, claro, si para entonces se ha terminado su reforma, y quién sabe si para ese entonces, como le gusta bromear, seguirá gobernando el regidor.

Estaríamos, y estamos, pues, ante una clara anomalía democrática, en la que el poder no desgasta, sino que fortalece y, tal vez, puede que embrutezca. Sólo así, desde una fuerza bruta poco natural, se entiende lo que pasa en nuestro Vigo. Una ciudad donde todos los altavoces mediáticos, sociales, culturales y vecinales afirman que tenemos el mejor alcalde del mundo. Curiosa coincidencia democrática.

Un alcalde que no se equivoca nunca, o eso parece de la lectura de los diarios oficiales. Un alcalde que siempre figura sólo en cada foto, sin presencia de miembros que opositen a otras siglas, las del PSOE, las suyas, las que oculta sin vergüenza en cada campaña electoral antes de someterse luego a Pedro Sánchez para, como es el caso, seguir al frente de la FEMP, ofreciendo nuestros ahorros por un plato de lentejas. Deberíamos preguntarnos por qué tanta coincidencia en el halago; por qué tanta ausencia de voces que opinen de modo diferente.

Pongamos un ejemplo: ¿es realmente creíble que casi cuarenta entidades culturales, vecinales, comerciales y deportivas de Vigo firmen la misma petición de indulto para el ex funcionario condenado por enchufar a una cuñada de Carmela Silva en un puesto de trabajo al que nunca acudió? En Vigo, sí. Para el por qué, que cada uno interprete lo que quiera.

Si creemos que la respuesta a este tipo de cuestiones debe ser otra, el domingo tenemos una oportunidad. Puede que Vigo no se juegue una mayoría absoluta parece que garantizada. Pero se juega un poco de nobleza, de querer volver a ser normales, de aceptar la discrepancia, de aire fresco, de oxígeno en vena para el moribundo democrático en el que, por voluntad propia y unas pocas luces y unos muchos chistes nos hemos convertido.

Dice Caballero que aspira a sacar 22 concejales para seguir su escalada como alcalde más votado de la historia democrática. No lo hace por eso, por la historia, sino por lo que esa cifra implicaría. En el pleno municipal no habría más grupos que el suyo, con lo que quedaría del todo excluido el control democrático al gobierno. Mociones que presenta la oposición y en las que, por cierto, nunca está el alcalde, que siempre tiene cosas más importantes a las que atender. ¿Para qué asistir al pleno de la urbe?

Todo esto y mucho más es lo que nos jugamos el domingo. Recuperar un mínimo de normalidad democrática, de control al gobierno, de petición de explicaciones, de fotos compartidas entre partidos diferentes, de subvenciones sin favores. Un básico de sensatez que, parece, se nos sigue escapando entre los dedos.