La maldición de Billy Penn

«Comenzó a destruir todo, no renovó al Toto, poco a poco se fueron marchando aquellos que hicieron posible dos años de semifinales e ilusión»

William Penn fue un escritor y filósofo británico, dicen que su mayor mérito era ser capaz de hacer amigos y caer en gracia, pero que era en cambio un lamentable hombre de negocios cuya ambición superaba sus habilidades, un buen gregario, un líder pésimo.

ZFV

La historia lo recuerda por ser el padre de Pensilvania, estado cuya ciudad más conocida es Filadelfia. Allí, se le erigió una estatua en la parte superior del ayuntamiento de la ciudad.

Durante años, existió el pacto no escrito de que jamás ningún edificio de la ciudad se alzara por encima de la estatua de William Penn, hasta 1987.

Ese maldito año el complejo de dos rascacielos Liberty Place rompió el pacto, y los deportes de Filadelfia cayeron en desgracia.

Los éxitos de Flyers, Sixers, Eagles y Phillies en décadas pasadas se desvanecieron y todo porque habían puesto más alto un maldito edificio que el emblema de la ciudad. Comenzaban 22 años sin títulos para la ciudad.

Aquella noche en Manchester, cuando un zopenco decidió no pegarla y un tractor sueco se trastabilló, el Celta de Vigo sin saberlo comenzó su maldición.

Comenzó a destruir todo, no renovó al Toto, poco a poco se fueron marchando aquellos que hicieron posible dos años de semifinales e ilusión.

El Celta comenzó entonces a acelerar ese proceso de encumbramiento de algunos canteranos, tapando quizás las marchas de hombres que sin ser gallegos sentían la ciudad y la camiseta, comprometidos con un proyecto que les y nos ilusionaba.

Sergio Álvarez, Hugo Mallo y sobre todo Iago eran la institución y la institución eran ellos; vino el hijo de Mazinho, Denis, Mina, hasta retornó Pape Cheik, se mantenía Rubén, eterno en la promesa, y el Celta y el celtismo era eso, un grupo de canteranos, nada menos, nada más.

El plan no salió bien, a estas alturas tras 5 años penando o con suerte aburriéndonos podemos ya juzgar con hechos. Se desangra el equipo en Liga, y lo hace con una falta de empatía por parte de la afición que no soportaba más a dos porteros da Madroa, repudió al hijo pródigo antes incluso de ser declarado culpable y no pestañea mientras Denis Suárez lleva 3 meses comiendo pipas en la grada.

Llueven memes sobre Hugo Mallo, insoportable en el campo y desafiante delante de un micro, levanta ya la bancada la ceja ante la edad de Iago, temblando, ante lo inexorable del padre tiempo que poco a poco apaga al buque insignia.

Dice la leyenda que en 2007 en una remodelación de los edificios del Liberty Place un obrero fan de los Philadelphia Phillies, se subió a la antena del rascacielos número 1 y puso sobre ella una pequeña figura de William Penn, para que así la maldición acabase por fin.

Dos años más tarde las series mundiales de beisbol se quedaron en Filadelfia, la maldición se había acabado, la ofensa había sido reparada.

Quizás algún día, Mouriño se canse del juguete, lo suelte y alguien ponga la institución por delante de los egos, las personas y las ideas peregrinas, porque sabe usted querido lector tan bien como yo, que el Real Club Celta de Vigo casi centenario poco o nada tiene que envidiar en historia y tradición a la mayor ciudad de Pensilvania.

El escudo vale más, representa más que cualquier récord, incluso que cualquier título, por encima de los jugadores, puntuales granos de arena en una historia de 99 años. Está siempre lo que perdura, lo que ha unido a vigueses y viguesas en una previa en los aledaños de Balaídos durante décadas.