La loca

Mouriño en su rueda de prensa de ayer. Foto: RC Celta

«Los mercados, malvados ellos, van a hacer que Gabri se vaya, si él quiere, porque ha quedado claro por filtraciones y declaraciones institucionales que el que decide es Gabriel, el malo de la película será él, porque el Celta no quiere que se vaya, nos ha jodido mayo con las flores, tampoco quiere pagarle»

Uno de esos machismos que durante muchísimo tiempo ha ido aceptando la sociedad es aquel de llamar loca a una mujer que tenía claro lo que quería, no se conformaba o era firme en sus posiciones equiparando su actitud con rabietas infantiles o poca madurez.

ZFV

La semana pasada, cuando el runrún sobre Gabriel Veiga se hacía ya insoportable, cuando vio el Celta que ni tan siquiera anunciar a C. Tangana como compositor del himno del centenario era suficiente para distraer al celtista del miedo por el futuro de Gabri, desde la directiva comenzó a filtrarse aquello de que el jugador era dueño de su destino y él y solo él tenía la capacidad de decidir, pero que es muy celtista.

Se fue haciendo más grande la bola de que el celtismo es una afición histérica, incapaz de conformarse con este viaje que vivimos con Veiga sin pensar en el futuro inmediato.

Aprovéchame hoy que mañana me voy y no sé cuando vuelvo dice el estribillo de Tormenta, la colaboración de Bad Bunny y Gorillaz, quizás más apropiada para resumir 100 años de celtismo que lo que esté en mente de Antón “el madrileño”

Ya a finales de la pasada semana varios opinadores de los medios vigueses verbalizaron de manera excelente esta idea, estaba aquello tan bien redactado que casi calaba la idea al leerlo. Quizás los profesionales que están más al tanto, saben más de lo que pueden y deben decir, tengan razón, quizás somos una afición loca, histérica que tiende a la pataleta infantil.

Y claro, somos el undécimo equipo de España, y como vas a subir al escalón de los mejor pagados a un recién llegado, este tipo de futbolistas de este nivel están por encima de nuestras posibilidades, claro el problema somos nosotros.

Tiene razón Brais Méndez cuando dice que si no fuera canterano lo hubiésemos aceptado mejor, o Iván Villar cuando esgrime el mismo argumento para explicar que siente que se le juzga con más dureza por ser de Aldán, el capitán Hugo cuando no acaba de ver a la afición comprometida con el equipo, es cierto, la culpa es nuestra, exigimos demasiado, no sabemos.

Pero, ¿por qué Borja Iglesias no pierde ocasión en demostrar cínicamente su resentimiento con el Celta? ¿Por qué el propio Brais a la mínima que se le ha cuestionado arquea ceja, tuerce el morro y deja caer que en Vigo las cosas podrían hacerse mejor? ¿A qué viene que Hugo Mallo filtre a la prensa que pidió irse en este mercado en una tensa charla tras UNA SUPLENCIA? ¿Es tan feliz como dice Denis y su pelo dorado tras solo unas semanas en Barcelona habiendo olvidado su sueño de infancia convertido en pesadilla? ¿Cómo le va a Santiago Mina, aquel que se fue en cuanto pudo, volvió con el rabo entre las piernas y una denuncia por no hacer lo mismo bajo el brazo, fue apartado cuando aún no había condena y vendido a un club de un país donde sus actos pasados no serán moralmente reprobables?

Pero si cuando Emre Mor llegó a Vigo se fue automáticamente por encima del millón de euros ya en su primer año, en una ficha que iba progresivamente aumentando, a la loca, histérica y siempre dispuesta al pataleo se le  comienzan a aparecer interrogantes. ¿Pero y si hubiésemos ofrecido un aumento salarial acorde con su rendimiento actual y su rol en esta plantilla? ¿Podríamos haber retenido más a Veiga? ¿Se podría hacer todavía más caja en caso de que sea realmente imposible retener a un jugador de este tamaño?

Imposible, una afición desubicada, sin conciencia. Pero, otra vez pero, el jueves llega Mouriño, y como Paco Umbral viene a hablar de su libro, y saca las fotos de marcador y hace muchos gestos y dice mecachis y que el ayuntamiento miente y y que es todo una chapuza, como le diría un seguidor de C. Tangana: ok boomer.

Pero a nadie le interesa el himno, ni Luis Campos, ni la grada de marcador, y al presidente le preguntan por un chaval de Porriño insistentemente y llega ahí el personaje favorito de Carlos Mouriño, la víctima del sistema y los mercados.

No queremos vender a Gabri Veiga pero nos lo van a comprar y ahí no podemos hacer nada.

Porque nada hemos intentado y nada queremos hacer, quizás le faltó esa parte de la frase. El problema con Mouriño y su prole y su directiva es que sus palabras venden una cosa y sus hechos muestran otra.

Los mercados, malvados ellos, van a hacer que Gabri se vaya, si él quiere, porque ha quedado claro por filtraciones y declaraciones institucionales que el que decide es Gabriel, el malo de la película será él, porque el Celta no quiere que se vaya, nos ha jodido mayo con las flores, tampoco quiere pagarle.

Las palabras de Mouriño hablan siempre de compromiso, de cantera, de construir un Celta más grande, los hechos nos cuentan que todo canterano que de aquí sale lo hace echando pestes y que el dinero de la posible venta de Veiga haga que se le pongan los ojos en blanco pensando en imberbes nórdicos y 360s y todos los planes locos que se le puedan ocurrir.

La dejación de funciones en el caso de Veiga, muestra una vez más la dirección del Celta y su junta. Es su negocio, pueden, deben hacer lo que quieran, podrá decir la prensa que convive con la entidad celeste que la afición está loca y que ni sabe ni entiende ni está en lugar para exigir más.

Seguirán siendo condescendientes desde el diario decano hasta el último tonto útil con seguimiento en RRSS que no quiere pensar demasiado si se está fijando en el dedo del sabio o en la luna.

Y el resto podremos ser como Juana, la hija de Isabel, a la que todos llamaron loca para poder salvaguardar sus propios intereses y a la que a la postre acabaron volviendo loca de tanto mentirle.