La demagogia y las cuatro ruedas

Intuyo que por donde vamos, dentro de pocos años, los eléctricos de ahora ya no valgan para nada, los de gasolina tampoco al igual que los diésel o los híbridos, con lo que la elección a la hora de comprar un coche nuevo, de nuevo, será algo nuevo, y ello si de nuevo, quieres ser políticamente correcto, de nuevo

Hoy, la dictadura de lo políticamente correcto, la demagogia al poder que ya casi todo lo abarca, entre otras memeces, la tiene tomada con el automóvil, y no son solo ocurrencias nuestras, sino bastante universales, al menos europeas, pues la demagogia como fracaso de la auténtica democracia, la que informa de verdad y hasta las últimas consecuencias (una utopía), avanza a pasos agigantados, ya que produce mucho mejores réditos a los partidos, es más barata y produce mayores esperanzas en el rebaño, aunque luego se queden en nada, algo que el ciudadano tiene cada vez más asumido sin demasiadas consecuencias. Aunque eso sí, en esta materia nosotros estamos encantados de ser la avanzadilla y ahí, pocos nos tosen.

Hace años la tomaron con la velocidad, y ahí seguimos acelerando con la consigna de ver quien es más lento. No importa que ahora los coches dispongan de una tecnología impensable cuando se pusieron las primeras señales de limitación, que prácticamente ni se han revisado en décadas, que si un vehículo antes precisaba de 100 metros para frenar, hoy tan solo necesite 50, con servofrenos, mejores neumáticos, asistente de aparcamiento, reconocimiento de señales, aviso de colisión, detección de peatones, cámaras que recogen imágenes del exterior y las interpretan mediante algoritmos, radares que determinan la distancia de los obstáculos mediante ondas de radio, sensores infrarrojos que detectan obstáculos, GPS que identifica la situación del vehículo, “lidar” que determina la distancia a la que se encuentra un objeto, etc. Tampoco importa que a la misma velocidad un coche de alta gama necesite la mitad de distancia para frenar que un utilitario, y sin embargo la limitación sea la misma, ya sea un día luminoso y con sol, que de noche y con una cortina de agua, cuando la informática actual permite perfectamente corregir esos absurdos, pues no olvidemos que uno de los principales principios del derecho, no es tratar a todos por igual, sino igual a los iguales y desigual a los desiguales, siempre de forma proporcionada (curiosamente, principio de igualdad). Creencia tan demagógica, la del trato igual, que encanta a los necios, quienes sin embargo si se trata de grabar con más impuestos a los ricos, un trato para nada igual, les parece perfecto.

El peligro de la velocidad, no es la velocidad en sí, sino su adecuación a cada situación y circunstancia, y ahí volvemos a encontrarnos con la demagogia. En Alemania, en algunas de sus extraordinarias autopistas y en determinadas circunstancias, no existe límite de velocidad, y no hay más accidentes que aquí, ni allí son más hábiles conduciendo que nosotros.

Lo de determinar la velocidad adecuada en cada lugar, situación y circunstancias, y ahí aplicar la tecnología vigente, requiere de un trabajo detallado, serio y eficiente, mientras lo del café para todos solo requiere simpleza, ausencia de trabajo e injusticia manifiesta, y a eso siempre estamos prestos a sumarnos y lo grave del asunto es que a la masa amorfa y pastoril, le parece muy bien la igualdad en la mediocridad, en el atraso y en la falta de progreso real en todo aquello que nos proporciona mayores índices de bienestar.

Una señal de velocidad fija en un poste metálico, gravada con una cifra, es algo absolutamente obsoleto en los tiempos que corren. Una señal luminosa, con una cámara y un control a distancia, nos permitiría limitar la velocidad en una autopista a 150 km/h un día soleado y sin problemas, bajarla a 120 si aumenta el tráfico, a 100 si llueve, a 80 si ello es de noche, e incluso a 60 si aparece niebla cerrada, siempre ateniéndonos a un protocolo perfectamente establecido y contrastado en función de cada carretera y sus circunstancias pero, en lugar de llevar a cabo las inversiones que tales modernizaciones requieren, es preferible continuar con carreteras antiguas, sin modernizar ni invertir en ellas, y en su lugar multar a quien se pase de 120 Km/h en una autopista un día soleado, aunque lleve un Ferrari capaz de frenar en 50 metros, y sin embargo dejar que un inconsciente, con un Seat Marbella, circule justo al límite, de noche y cayendo una tromba de agua, pues el primero es un ricachón infractor y el segundo un pobre ciudadano ejemplar, que cumple las normas. 

Lo de determinar la velocidad adecuada en cada lugar, situación y circunstancias, y ahí aplicar la tecnología vigente, requiere de un trabajo detallado, serio y eficiente, mientras lo del café para todos solo requiere simpleza, ausencia de trabajo e injusticia manifiesta

Estas bobadas, aplaudidas por los tontos de turno, las sufrimos todos generalmente a diario. En mi caso, viajo varias veces a la semana entre Tui y Mondariz. De Tui a Porriño lo hago por la autovía con limitaciones entre 90 y 120. De Porriño a Ponteareas tengo dos opciones, ambas de inicio por autovía, y la primera salir en Cans y discurrir por la antigua carretera, una recta larguísima con continuas limitaciones a 50 Km/h que prácticamente nadie cumple, pues no tiene ningún sentido, mientras la otra alternativa es la de seguir por la autovía hasta la salida a Ponteareas, alejada de la villa algunos kilómetros a través de otra carretera con las mismas limitaciones de 50 km/h, que tampoco cumple casi nadie. Evidentemente opto por la segunda opción, pues la primera es una trampa de cazar monos, un campo de recaudación de la DGT. Ya en Ponteareas, no queda otra para Mondariz que la carretera de siempre, con la señalización de cuando se hacía la mili con lanza, un tramo de pocos kilómetros pero en los que la alternancia entre 50, 70 y 80 es constante, y ya no responde a circunstancias actuales, sino a mantener viejas precauciones. Pues si la anterior era un campo de recaudación de la DGT, esta es Sierra Morena, ahí donde el Duque de Ahumada aplicó su creada Guardia Civil para protección de ciudadanos de atracadores y asaltantes de caminos, y donde ahora sus descendientes se esconden en las curvas para clavar a quien, despistado, se pase un pelo de la “adecuada” velocidad propuesta por la DGT, y no lo hacen con su presencia antes de una curva peligrosa para advertirte y salvarte del peligro, al contrario, dejan que pases el supuesto peligro para asomar, una vez “te la has jugado”, clavarte un rejón y, “aínda por riba”, llamarte la atención. El mundo al revés.  Por otra parte, la regulación de la velocidad tiene varios campos muy distintos, pues no es lo mismo la autopista, la autovía, una carretera nacional o una provincial, como tampoco una amplia avenida en una ciudad o un callejón, donde puedes mantener señales fijas de incluso 20 o 30 km/h, mientras en una gran avenida ciudadana has de actuar con señales luminosas cambiantes y nunca con limitaciones de 50, ya que con ello lo único que conseguirás es ralentizar el tráfico con el consiguiente peligro que ello supone, al ir los coches a distancia muy corta unos de otros, creando además embotellamientos.

En Vigo existe un largo túnel, paralelo a la ría, con una limitación de 50 km/h, en el que existen un par de radares de control y una serie de cámaras de grabación de la circulación. La práctica totalidad de los miles de vehículos que circulamos por el mencionado túnel, según se deduce de las grabaciones históricas que obran en el ayuntamiento de la ciudad, lo hacemos a velocidades medias de unos 70 km/h (entre 50 y 90), aunque también la práctica totalidad, cuando pasamos por delante de los controles reducimos la velocidad a la “adecuada” de 50 Km/h, por lo del atraco. La incidencia de accidentes por velocidad “inadecuada”, yendo a 70 (algunos a 90), la velocidad por la que “democráticamente” apostamos los vigueses, es prácticamente nula, y la totalidad de los conductores somos mayores de edad y no nos apetece nada tener accidente alguno.

No es, en líneas generales, el ciudadano quien ha de cambiar sus hábitos, nadie quiere morir ni tener un accidente, aunque haya excepciones que siempre sirven de disculpa para los recaudadores de la carretera, es la administración quien ha de ponerse al día, invertir, modernizarse y aplicar las nuevas técnicas que faciliten la circulación, sin tener que recurrir siempre a la excusa fácil del exceso de velocidad, cuando la mayor parte de los accidentes no ocurren por eso, sino por despistes, exceso de confianza, poca habilidad, distracciones, hacer varias cosas a la vez, desconocimiento, carreteras en mal estado, malas señalizaciones, curvas excesivas, cambios de rasante absurdos, usos del móvil, del teléfono, etc. 

La práctica totalidad de los miles de vehículos que circulamos por el mencionado túnel, según se deduce de las grabaciones históricas que obran en el ayuntamiento de la ciudad, lo hacemos a velocidades medias de unos 70 km/h (entre 50 y 90), aunque también la práctica totalidad, cuando pasamos por delante de los controles reducimos la velocidad a la “adecuada” de 50 Km/h, por lo del atraco

En esas estaba, cuando el domingo abro la Voz de Galicia, y en su suplemento del motor (siempre he sido un gran aficionado a ello, incluso conservo algún trofeo de juventud) veo que viene dedicado al coche eléctrico, “democracia eléctrica” le llama.

En su primer artículo de opinión, Juan Ares nos aporta unas cifras a considerar: El sector de la automoción es el segundo en importancia en España con un 11% del PIB español y el 9% de empleo, un sector que a juicio de los directivos de las grandes compañías, está siendo enviado al desgüace, por unos políticos que juegan al voto fácil, al voto ecológico, para quienes de ecología no saben siquiera que el principal destinatario de la ecología no es la mosca cojonera, sino el bienestar del ser humano, un bienestar incompatible con su ruina, y que el principal desafío de la ecología es el compaginar una cosa con otra, sin sacrificar lo esencial, pero tampoco saben (y esto es ancestral) que los caballos van delante del carro y no al revés.

El palo en los morros del diésel dado por una ministra paleta a más no poder, fue de órdago, y supuso un bajón enorme para la industria del automóvil en nuestro país, cuando precisamente se trata del vehículo que más rueda por nuestras carreteras. Un palo para la industria y una devaluación instantánea para todo ciudadano poseedor de tal instrumento. En un desliz lingüe, miles de millones, por apostar por paletos para altos cargos (la democracia).

Le siguieron toda una cadena de impuestos por emisiones , que no critico pero que también ayuda a la crisis de ventas, al aumentar con ello los precios. Ahora se habla del peaje de las autovías, eso que en España es parecido a una autopista (en Reino Unido han de tener tres carriles al menos), pero con la diferencia de tener entradas y salidas por todas partes, algo ya pagado por todos con nuestros impuestos, a diferencia de las autopistas que construyen grandes empresas, dejando caer todo tipo de comisiones, pero que finalmente pagamos los usuarios varias veces su coste, como sucede con la del Atlántico, tantas veces amortizada. Etc.

Para acabar de clavar la estocada, ahora resulta que lo guay del Paraguay es el coche eléctrico, lo que conduce a todo el parque móvil español actual a una devaluación enorme y sin futuro de reciclaje alguno, y a la fabricación de nuevos modelos a gasoil o gasolina a un callejón sin salida.

Todos a fabricar coches eléctricos pero, ¿qué coño es un coche eléctrico?

De momento un coche bastante más caro, con el que solo puedes andar unos pocos kilómetros sin repostar, pero cuando lo quieras hacer, o no encuentras donde hacerlo, o si tienes plaza de garaje en tu edificio, la comunidad habrá de ponerle enchufe en cada plaza para que esté enchufado entre 8 y 14 horas cada vez que se agote la batería. Si no tienes plaza de garaje ni vives en un chalet, tu verás que haces. No puedes ir de Vigo a Madrid sin pararte al menos una hora o un par de horas por el camino, no se sabe donde, para poder recargar algo las pilas y llegar a las tantas, así ahora, porque aun hay pocos, pero cuando haya más, las colas en las “electrolineras” o serán enormes, ya que cada coche ha de estar varias horas, o habrá que habilitar grandes espacios de aparcamiento con toma en cada uno para tratar de dar un mínimo servicio, que posiblemente al año de cómprate uno, la tecnología aplicada habrá evolucionado de tal forma que tu coche de un año, será ya una antigualla que nadie querrá comprarte, etc., etc., etc. 

Se habló en su momento de la posibilidad de poner de acuerdo a todos los fabricantes de baterías para que todas fueran iguales, de manera que la carga pudiera ser instantánea, simplemente dejando la batería descargada y colocando otra ya cargada, pero ello resultó imposible por la oposición de fabricantes, e incluso de los consumidores al dejar una batería nueva y de calidad y obtener a cambio otra cargada pero vieja y no muy recomendable.

De momento un coche bastante más caro, con el que solo puedes andar unos pocos kilómetros sin repostar, pero cuando lo quieras hacer, o no encuentras donde hacerlo, o si tienes plaza de garaje en tu edificio, la comunidad habrá de ponerle enchufe en cada plaza para que esté enchufado entre 8 y 14 horas cada vez que se agote la batería

En cuanto a lo de la democracia eléctrica, nos hablan de su principal representante, en la figura del Dacia Spring, una marca blanca de Renault a lo barato, que aglutina el ideal actual del coche eléctrico de ciudad, con menos de cuatro metros de largo, un precio de 16.550 euros de vellón, pero, como siempre, con un plan de adquisición sui generis. Hemos de “achatarrar” nuestro coche viejo, lo que supone una subvención de 7.000 euros con lo que el asunto queda en 9.550 euros, y si además lo pagamos en 37 plazos de 89 euros al mes, al final podemos renovar la financiación por más tiempo, o pagar 7.892 euros y hacernos con la propiedad, con lo que el asunto en lugar de los 9.550 nos viene a salir en 11.200 aproximadamente. Su velocidad no supera los 125 Km/h (aleluya, aleluya, te garantizan que no habrá multas en las autopistas) y como su autonomía en carretera es de 230 Km. podemos ir de Vigo a Orense y volver, si al llegar lo dejamos aparcado, no vaya a ser. La carga rápida de 30 kW (carga premium) del 80%, es de una hora aproximadamente. En wallbox de 7,4 kW en menos de 5 horas, con una greenup casera de 3,7 kW en unas 8,5 horas y con un enchufe normal (de casa) de 2,3 kW en unas cómodas 14 horas, lo que implica que si tienes un chalet donde meter el coche, o enchufe en tu plaza de garaje, si a la mañana siguiente quieres llegar a la oficina a las 8, saliendo da casa a las 7 y media, has de llegar al enchufe el día anterior a las 5 de la tarde aproximadamente.

Esta es la maravilla a la que hoy te empujan para que seas políticamente correcto, moderno, ecológico y olé. Una mierda pinchada en un palo que dentro de tres años, cuando acabes de pagarlo, no valdrá para nada, por tecnología superada, mientras tu aún te estarás preguntando cómo fuiste tan pipiolo, y al terminar, llevarlo al museo del bobo (los que pagaron el pato) de la historia de la democracia eléctrica, momento en el que posiblemente el que triunfe sea el coche con hidrógeno como combustible, y entonces tendrás que “achatarrar” el de gasolina, el de gas oil y el eléctrico, de manera que la profesión de futuro sea la de chatarrero y con ello puedas mandar de una puta vez a la universidad y a todos sus teóricos al carallo, pues para chatarrero o para político, profesiones muy rentables y democráticas, pues están al alcance de cualquiera, ¿para que coño vas a necesitar a la universidad?

Intuyo que por donde vamos, dentro de pocos años, los eléctricos de ahora ya no valgan para nada, los de gasolina tampoco al igual que los diésel o los híbridos, con lo que la elección a la hora de comprar un coche nuevo, de nuevo, será algo nuevo, y ello si de nuevo, quieres ser políticamente correcto, de nuevo.

Para mi, sin duda, ese será el momento de saciar mi ambición con algo que llevo años queriendo hacer, comprarme otra vez, de nuevo, un 2CV o un mehari, con el que fui al Cabo Norte, hice miles de kilómetros con las mismas limitaciones de velocidad que el democrático, sin problemas de repostaje, gané gymkanas, lo pasé de cine, e incluso por la mitad de precio que el electrodemocrático, puedo conseguir uno en muy buen estado e incluso, pasados unos años, si quisiera, recuperar la inversión.  ¿Coche eléctrico, más caro, en pañales, con recorrido limitado, larga espera para recarga, sin valor residual y en un país sin infraestructuras para ello?

Anda ya…