Celta y Granada empatan a cero en un duelo sin apenas ocasiones en el que lo mejor fue la vuelta de Iago Aspas
Hay tardes de fútbol alegre, otras que resultan más aburridas, luego están las triste, y al final aparecen las que podríamos catalogar como ‘pandémicas’: esas en las que toca visitar Granada en tiempos del Covid y sabes, de antemano, que va a pasar entre nada y casi nada. Incluso con la vuelta de Iago, incluso con la ilusa esperanza del hincha, casi rayando la fe ciega. Y así fue, porque 90 minutos y un descanso después Celta y Granada se despidieron como habían empezado: cero a cero. Dos bocas abiertas, dos pozos de negrura, dos bostezos.
Fue uno de esos duelos tremendamente insufribles, cuya sensación de hastío y soledad multiplica la pandemia: las gradas vacías, las voces de los futbolistas, las exageraciones que provoca cada entrada, los gritos de dolor inexistente. Ya lo dijo Eduardo Galeano: «Jugar sin hinchada es como bailar sin música.»
El mismo escritor uruguayo dejó escrito: «Voy por el mundo sombrero en mano y, en los estadios suplico: una linda jugadita, por amor de Dios«. Y en esas pasamos media tarde: suplicando una linda jugadita. Alguna hubo. Quizá la más clara en los pies Nolito, al poco de empezar el segundo tiempo. Iago, que volvía -su sola presencia ya infunde respeto en el rival y coraje en los del ‘Chacho’, a modo de una ‘haka’ neozelandesa-, aclaró la jugada para mejorarla; Mallo recibió el regalo y ganó el área; su pase atrás fue enganchado por Nolito de primeras, pero la superficie de la piel de Domingos Duarte echó el balón a córner por muy poco.
Fue una linda jugadita, pero no fue gol. Como tampoco lo fue la segunda linda jugadita del Celta, ya hacia el final, comenzada por Aarón Martín -titular en detrimento de un Olaza al que han condenado los títeres de la discutible política deportiva de este club-, y mal finalizada por Hugo Mallo en la contraria, que desaprovechó la opción de tiro para devolverle la pelota al debutante Solari que, sin esperarlo, lo que empalmó fue la pierna del defensa.
El Granada también tuvo sus ‘uy’, muy en la línea del fútbol adorado por Diego Martínez, directo, vertical, sin concesiones para demasiado tipo de creación. Así la tuvo Kenedy desde fuera del área en dos remates: uno en jugada y otro de falta. Y así la tuvo Machín desde el otro costado, en un derechazo bien despejado por Rubén.
Al final, recurriendo al tópico, pues las musas no acompañan a los sufrientes visionarios de este duelo, merecido reparto de puntos. El Celta sigue décimo en la tabla, a cuatro del séptimo y seis por encima del infierno. Un mundo insospechado no hace tanto. Y ha vuelto Iago, que no es poco.