Diario de un padre de familia confinado: Día 22

Día 22 del año 1 después de Covid 

El whatsapp 

La lluvia forma torrencial una capa informe de agua gruesa. Suena bien, casi relajante: toc, tic, tac, tuc, toc, tic, tac, tuc… en una cadencia repetitiva y uniforme que invita a dejarse adormecer, cerrar los ojos y olvidar. Repiquetea cada vez más lejana, hasta que se pierde en el olvido provocado por el sueño. Una siesta dominguera, de Domingo de Ramos en concreto, con un Rescate en el Ártico de fondo, que ayuda y mucho a la evasión. Hace más ruido la enorme osa polar que los tres hermanitos indefensos y atrapados sin sentido argumental en una cabaña en mitad de la nada. Silencio, se duerme.  

Despierto. Sigue cayendo, un poco menos fuerte, un poco menos rápido. Pero ahí permanece la lluvia, suspendida en el aire. Ahora más fina. Abro la ventana para sentir ese olor a asfalto húmedo gallego, en algo parecido a la libertad de los sentidos. Del tacto, del olfato, de la vista. El gusto sigue cautivo. Y el oído silenciado por la ciudad fantasma.  

El dibujo, en su conjunto, ofrece una tarde triste de primavera, muy mal avenida para empezar la Semana Santa. Suena el móvil y me refugio en el whatsapp, en las risas digitales de aquellos amigos que no verás hasta bien entrado mayo. Y es cierto, ha habido épocas en las que has estado más tiempo sin quedar con ellos –juro que no volverá a pasar-, pero era la inconsciencia que da la libertad, el saber que mañana, o pasado, o al otro podrás apurar esa cerveza. Hoy ya no. Lo siento amigos. 

Y ya estás, liberado. Riendo de nuevo mientras elaboráis una lista mal parida de los grandes fakes de la historia reciente del Celta. Oliete, Ilicic, Doriva, Emre Mor, Boban… Hay tantos que los dedos no siguen el ritmo de tu mente mientras aporreas el teclado del móvil recordando, viajando a aquella reciente juventud en la que sufríais juntos con la banda. Y te das cuenta de que cada decepción, de que cada fracaso compartido, ha sido un nudo que refuerza la amistad. Y hay tantos fracasos, tantas decepciones, tantos nudos, que la cuerda resulta ya irrompible.  

La lluvia da un respiro; el sol escupe sus rayos a través de las nubes grises para apuntalar el final del día subiéndose a mi ola de optimismo. Esa lista de fakes verá la luz más adelante. No se preocupen. Nos sobra todavía cuarentena. Pero lo hará, y eso es lo que importa, gracias a ellos, a mis amigos. A ese puñado de gente tan grande que es capaz de aguantarme toda una puñetera vida con mis teimas. Sólo ellos y mi mujer. Insuperables.