Día 19 del año 1 después de Covid
Disney
Me enfrento a la hoja en blanco exhausto, sin ideas. Harto ya de estar harto de pensar. Los días se amontonan con la misma facilidad que los estorbos te llenan un trastero. Se suceden de un modo predecible, con un plan predecible, a unas horas predecibles, y entre sucesos del todo predecibles. En eso nos hemos convertido. Es el tedio que se desliza sigiloso, en el más fantasmal de los silencios.
Por fortuna, cuatro hijos dan para mucho, y cualquiera te revienta la rutina. Los observo y no dejo de descubrir pequeños cambios. Cada segundo se hacen un pedacito de vida más mayores. Y así te das cuenta de que Elena, con apenas año y medio, se ha transformado en mujercita: manda y dirige al tiempo que mantiene el equilibrio entre sus pasos. Pedro se estira y se estira desde sus cuatro añazos, queriendo ser mayor antes de tiempo, siguiendo el ritmo y el pulso de Andrés y Macarena. Estos maduran a su estilo: Ella, cercana y reflexiva; él, agitado y esquivo, o más bien televisivo.
No lo culpo. Es fácil sumergirse entre los mandos buscando un cuento de final feliz. Eso es todo lo que necesitamos: un final feliz. Disney siempre lo consigue, pero no olvidemos que por el camino nos ha regalados villanos de época, al menos uno para cada generación. La insufrible madrastra de Blancanieves; el estirado y vomitivo diácono de Notre Dame; Cruella de Vil y su obsesiva fijación con aquellos adorables dálmatas; el mal simbolizado en la oscura cicatriz de Scar; o la mejor bruja jamás soñada, esa Malévola que se autodefine como “la emperatriz del mal” después de colarse en el palacio para cumplir con su promesa mientras nosotros contenemos el aliento.
Pero al final expulsamos el aire detenido en los pulmones porque sabemos que habrá un final feliz. Y en esas estamos también hoy. Buscando ese giro del relato, o el freno de la curva, volviendo a lo que nos ocupa. Llegará, no lo duden. El problema es la cantidad de víctimas que nos habremos cobrado de camino. Hoy 950. De golpe. Apenas un segundo y medio para pronunciar el dígito. 950. Leo acojonado que, en todo el mundo, es la segunda cifra más alta en de esta fúnebre carrera en la que llevamos semanas embarcados. 950. No sé si Disney tiene tantos héroes. España sí.