Diario de un padre de familia confinado: Día 18

Día 18 del año 1 después de Covid 

El ‘paciente cero’ 

Acabo la jornada agotado. Los días se han convertido en un bucle continuo de comida, trabajo, escuela, familia. Desde el desayuno hasta la cena, cuando el sol abandona la imagen lentamente, tiñendo a su paso el cielo de un rojo amoratado casi azul. 

El último aliento del día suena bien, como un agudo cargado de esperanza. El ‘paciente cero’ de Vigo abandona el Álvaro Cunqueiro. Hoy dormirá en casa con los suyos, envuelto en el olor a alcanfor, o a suavizante, o a lejía, o a perfume o a nada de todo lo anterior, de sus sábanas; de sus propias sábanas. Blancas o estampadas; con líneas, con flores o con cuadros; pero suyas. No estarán coronadas por un ribete azul con una equilibrada, casi perfecta, S de Sergas.  

Aunque será gracias a ellos, al Servicio Gallego de Salud, a esos héroes anónimos de bata verde o blanca, que están librando una batalla entre terrorífica y esperpéntica. Porque todo hay que decirlo. Hoy hemos reventado la barrera de los 100.000 contagiados –y eso sólo de casos conocidos, claro-. Más de 13.000, personal sanitario. No sé si es la cifra más alta del mundo. Qué más da. Pero es algo así como un mal sueño verlos en muchos sitios equipados con bolsas de basura, viseras improvisadas entre plásticos o mascarillas de papel. ¿Dónde hemos estado todo este tiempo? ¿A qué guerra hemos mandado a nuestros héroes? 

Una familia en la comarca dormirá feliz. Una más de miles. Aunque esta resulta más simbólica: la del ‘paciente cero’. Y lo hará gracias al esfuerzo desgarrador de unos hombre y mujeres dispuestos a atendernos, a recibir nuestro aliento, nuestra baba, nuestro virus, con una sonrisa y sin la protección que deberían. Y eso da sentido a nuestra vida. Saber que hay otros que están dispuestos a servirte sin esperar nada a cambio. Por eso, a la hora que sea, porque importa un carajo la hora en estos casos, me pongo de pie y aplaudo.