Diario de un padre de familia confinado: Día 17

Día 17 del año 1 después de Covid 

Una bomba de maldad, un dinosaurio, lo peor que hay en el mundo  

Quedan 275 días para acabar el año. Lo digo para relativizar. Ya saben aquello de que el tiempo pasa volando. Que no deja de ser un tópico, el más común de los lugares al que uno acude cuando no tiene nada o poco que decir. Y así estoy hoy. Vacío. Pero no un vacío existencial, sino un vacío de relato, porque el día se ha esfumado en el tiempo de un bostezo aplastado por el trabajo y la docencia.  

En esas sigo, alternando el inglés con el gallego, las matemáticas con la lengua, las sopas de letras con las adivinanzas, y los vídeos interactivos de YouTube con las fichas por imprimir. Bienvenidos a la educación en el siglo XXI. Seguro que funciona, no lo dudo. Aunque a veces uno fantasea con el viejo método de la regla o el capón. Son sólo fantasías malmetidas, no se preocupen. Adoro a mis hijos, aunque me ahogan con preguntas infantiles, propias de quien le está quitando el velo al mundo. 

¿Y qué se encuentran? “Una bomba de maldad; tiene tanta maldad que puede matar a mucha gente. Un dinosaurio que le pega muchísimo a la gente. Lo peor que hay en el mundo”. Las frases no son mías. Hace tiempo que mi imaginación ha sido capada por la pereza existencial de una generación que huye de los clásicos y que está a punto de acabar con el papel. Pertenecen a mis hijos, que así, de golpe, me han revelado todos sus fantasmas.  

Pedro, con cuatro años, ha imaginado un tiranosaurio maloliente y terrorífico golpeando sin descanso. Andrés, con seis, ha sido más primario, y ha visualizado una especie de Hiroshima. Macarena lo ha resumido con la madurez femenina de ocho años. ¿Ven como la imaginación se anquilosa con la edad? 

En cualquier caso, ese es el mundo que imaginan nuestros hijos. Aunque no estoy siendo justo. Es sólo una parte, una raquítica parte, del mundo que imaginan nuestros hijos. Porque más allá de Covid, anhelan muchas cosas. Con la Navidad, con el próximo partido de fútbol, o incluso con viajar hasta París. Más adelante, hijos, pero acabaremos por cumplir con vuestros sueños. Os lo prometo.