Día 16 del año 1 después de Covid
El caos
La sensación es de descontrol. Las llamadas se alternan con los textos, con las ideas que se quedan en el aire, inconexas, buscando ese instante perdido de memoria arrebatada que nos impulsa hacia adelante, al whatsapp que silba una y mil veces mientras que los correos repiquetean en la bandeja de entrada, y la memoria sigue explorando aquel instante, y las tareas se amontonan en Google Classroom, y ya casi es la hora de comer, y la casa está sin ordenar, y los niños se impacientan, mientras que vuelven a llamarte por teléfono. Y has perdido otra vez aquella idea. Creo que me siguen.
El caos. La barbarie más absoluta dentro de la más absoluta humanidad. Una familia viguesa, como cualquier otra, en la época de Covid. Esa que nos hemos autoimpuesto, en la que intentamos que todo lo que pueda siga igual cuando ya todo es distinto. Y entonces hay que teletrabajar mientras que salvas, o eso crees, la economía y el calendario escolar. Pero lo haces encantado recordando a triple X, “las cosas que uno tiene que hacer por su país.
Aunque para subir el tono y el nivel también podría citar a Benedetti: “El único consuelo es entrar en el caos, volverse caótico también”. O hablar de Pollock y sus cuadros, en los que miles de líneas sin sentido emborronan un lienzo indescifrable. Hasta que de repente todo cobra sentido, y visualizas claramente lo que el artista está pintando a gritos.
Entonces al azar, casi sin querer, los puntos que arroja al aire la jornada, como en aquellos cuadernos Rubio de la infancia. Y al unir los puntos el boceto arroja la sonrisa de tus hijos, un beso de buenas noches, el grito que no diste o la palabra inoportuna que te ahorraste, incluso en medio de ese caos.
Finalmente, he vuelto a vencer al desorden. Y ya van 16 días. He de reconocer que juego con ventaja: me sobra el tiempo para planificar cada batalla… Para ordenar las clases, el trabajo, la consulta de whatsapp y la bandeja de entrada del correo. Para facilitar lela vida a la memoria. Para cumplir la agenda. Para que el día vuelva a destrozar a la noche. Para que un pedacito de bien, bien ordenado, termino por aplastar a ese mal, mal ordenado.