Los del ‘Chacho’ se imponen con un gol de Denis en el minuto 94 y suman su segunda victoria consecutiva para comenzar a respirar
La hinchada, siempre fiel, acude a Balaídos en un horario pagano, de liturgia prohibida, de esos que fija el ‘rey’ Tebas para ganar espectadores en Vietnam. Lunes a las nueve de la noche. Enfrente, el Granada, que llega a la cita con apenas tres empates y un punto menos que los del ‘Chacho’, que vienen de romper su racha contra un Levante que, todo hay que decirlo, suma ya entre dos cursos 15 partidos sin ganar. La vida entera. En esas horas y estos duelos anda el Celta, abonado a la mediocridad pese al agónico triunfo.
Uno que llega en el tiempo añadido, en el 94’, cuando un balón que circula de Iago a Santi, y de este a Denis, es empalmado con pausa e interior por el de Salceda, alojándose con suspense en la red, y desatando las gargantas, ahora afónicas. Porque un tanto así no es un golito, es un gol desgarrado que enloquece a la hinchada, incomprendida y recelosa hasta ese instante.
Porque antes vive un duelo anodino, salvo el último arreón. De aquel equipo eléctrico y vertical que sorprendió a la liga entera la temporada pasada, apenas quedan las raspas, los desperdicios, los escombros que decoran la grada de Marcador, ahora en obras cuando ha vuelto el público, el mundo al revés, otro estúpido complemento de esta liturgia pagana en que se ha convertido ver al Celta.
El guion viene ya escrito. Un primer tiempo de bostezos, sin profundidad, con Fran Beltrán por segundo día consecutivo en la sala de máquinas -aguanta sólo hasta el descanso, cuando cede otra vez su puesto a Denis-, y con Mallo protagonizando lo mejor y lo peor. Lo último, dormido en presencia de Soro en área chica, que le roba el balón y la vergüenza antes de encontrarse con Dituro, que achica rápido el peligro. Lo primero, con la insistencia del que percute y percute buscando un centro bueno, una asociación correcta, que nunca llega. Como tampoco llega su remate en el punto de penalti a un córner tenso, raso y bien botado por Iago Aspas.
En eso y poco más se resume el primer tiempo. Un párrafo para describir 2.700 segundos; un desperdicio de existencia. Tan mal lo ve el ‘Chacho’ que pone a calentar a medio equipo. Y a la hora de juego, tras el cambio de Denis por Beltrán en vestuarios, entra Cervi por Nolito.
Lo sigue intentando el Celta, espeso y denso, ante un Granada ordenado, que suma hoy un cuarto centrocampista dejando arriba dos islas solitarias, Bacca y Luis Suárez, a las que apenas surte algún balón en largo.
Poco a poco pasan los minutos sin que apenas sucedan cosas hasta el 68’, cuando un penalti inocente de Domingos Duarte activa al Celta. Un agarrón pueril, que acaba también con el portero del Granada, Maximiano, lesionado, que aún con todo es capaz de atajar la pena máxima lanzada por Iago.
Tal vez llevado por la rabia, tal vez activado por el público, el Celta comienza a apretar, aunque eso solo signifique incrementar el ritmo y poner centros. También algún tiro lejano de Galán, uno de ellos que pasa rozando el palo y puede contarse como un ‘Uy’. Entra Galhardo, entra Okay y entra Solari, última carga en busca del milagro que llega, primero, en los guantes de Dituro, y dos minutos después en las botas de Denis.
Atruena el estadio con el gol, que suena goooooooooooolll como deben sonar todas las cosas con el tiempo ya cumplido, en el último suspiro de esperanza. Balaídos se estremece y deja al Celta con siete puntos, seis de ellos en apenas cuatro días.