Como un perro amor de juventud que, a la conclusión de la vida, la ha colmado por completo. Así es el Celta. Así es su fútbol. Harto de maldecir, lloré sin lágrimas con el declinar de una tarde de abril de 1994, la del 20. Ese día fue el Zaragoza, como antes había sido el Sevilla y mas tarde volvió a ser el Zaragoza. Sólo por citar esas finales.Tantas y tantas tardes apuñaladas en los cuartos de final de un mal torneo. Tantos y tantos sueños por vivir. La decepción que empalaga la jornada, la lengua que se seca entre los dientes, solitaria, hasta convertirse casi en un trozo de cuero putrefacto. Escalofríos en el decaer del crepúsculo. Y las lágrimas que no brotan. Porque no quieren, porque no pueden, porque no saben.
Porque ansían, en el fondo, que tarde o temprano la historia cambie. Y aquí sigo de nuevo con ese amor jodido de la infancia. Con mi Celta. Deseando los tres puntos del domingo.